Este principio lo conocí gracias a Stephen Covey, el autor del libro “Los 7 Hábitos de la gente altamente efectiva” y nos
dice que :
“Un 10% es lo que nos pasa, y un 90% es lo que hacemos con ello. Es decir, no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa.”
Ese acontecimiento externo quizá esté totalmente fuera de nuestro control, pero lo que hagamos con ese acontecimiento, nuestra respuesta, sí que la podemos elegir.
Ante un acontecimiento externo que quizá esté totalmente fuera de nuestro control vamos a generar unos pensamientos, esos pensamientos van a dar lugar a unas emociones que a su vez van a provocar un comportamiento, y como
consecuencia de todo esto habrá unos resultados. Esto se va retroalimentando y así es como vamos generando nuestro día a día.
Ese acontecimiento externo no lo podemos cambiar, pero todo lo demás si que tenemos la capacidad de elegirlo.
Vamos a ver esta idea con un ejemplo.
En el año 2008, Heather Dorniden, entonces atleta de la Universidad de Minnesota, lideraba la carrera en la
última eliminatoria de los 600 metros en los campeonatos Big Ten Indoor Track Championships. Dorniden era la gran favorita, pero en el metro 400, un tropiezo parecía dejarle fuera de la carrera. Sin embargo, la atleta no se dio por vencida y reaccionó rápidamente, levantándose y fue capaz de remontar y consiguió ganar la carrera.
Te invito a que veas el vídeo porque realmente merece la pena.
Siguiendo el esquema que explicaba anteriormente, cuando Heather consiguió tal hazaña seguramente esta fue la secuencia.
Lo que está claro es que para ganar la carrera era imprescindible pensar que la carrera no estaba perdida. Aunque es cierto que tener ese pensamiento no te garantiza ganar la carrera.
¿Había más opciones? Por supuesto que si. Ésta hubiese sido otra opción.
Cuando piensas que la causa está perdida lo más seguro es que ni te molestes a intentarlo de modo que tienes garantizado el fracaso. ¿Ves un poco más claro ahora la relación que hay entre actitud positiva y resultados?
En conclusión , un optimismo inteligente va ayudar a generar pensamientos positivos que van a dar lugar emociones positivas que a su vez desencadenan unos determinados comportamientos o acciones que darán determinados resultados. De modo que vamos a tener muchas más probabilidades de tener resultados positivos cuanto más positivo sea el pensamiento que lo generó. Esto es un ciclo que se va retroalimentando.
Los factores externos puede que no los podamos cambiar, pero siempre podemos elegir nuestra respuesta para hacerles frente.
Además, las emociones se contagian, como líderes debemos ser capaces de transmitir esta actitud positiva a nuestros equipos.
¿Te animas a intentarlo?
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